El 14 de febrero, es una fecha infausta para el pueblo boliviano, fecha en que la ambición chilena se plasmó en una invasión a territorio boliviano usando la fuerza de las armas en un jirón de esta Patria que se encontraba abandonado por los gobernantes, desatendido, sin, o con muy poca protección, poco habitado, en suma, condiciones que fueron aprovechadas por un enemigo de entonces que apelando a la fuerza cercenó nuestra Bolivia de tal manera que le quitó una de las vías más importantes para alcanzar su desarrollo económico, como lo estamos sufriendo ahora, cuando se tiene que pagar elevadas sumas por el uso de las instalaciones portuarias para exportar o importar productos.
En una fecha en que nuestra juventud y todo el pueblo boliviano debía recordar y tener latente ese nefasto acontecimiento, se inclina ante la fuerza del mercantilismo, que la dirige a celebrar lo que para unos puede ser importante y para otros, solo una vanalidad: el día de los enamorados o de San Valentín.
Debido a la distancia y a la poca comunicación y transporte con el centro del país, recién el viernes 28 de febrero de 1879, 14 días después del suceso, el pueblo boliviano se enteraba de la invasión a través de la información que había enviado el corresponsal del diario El Comercio de La Paz, dando cuenta de los detalles ocurridos aquel luctuoso día.
“Vivimos momentos de grave incertidumbre, ante la sorpresiva invasión de fuerzas chilenas, que a nombre de su gobierno han tomado posesión de este puerto, cometiendo toda clase de atropellos, pillajes y abusos con los nacionales. Doy detalles informativos de todo cuanto he visto y soy testigo:
El día de ayer, en las primeras horas de la mañana, aparecieron en la bahía, los barcos de guerra chilenos “Cochrane” y el O’Higgins’, al lado del “Blanco Encalada” que se hallaba surto desde días antes. La población quedó sorprendida ante el intenso fuego de artillería que desde los barcos hacían tronar sus cañones en una andanada de fuego que atemorizó a la población.
Eran más o menos las ocho de la mañana, cuando se desprendieron de los barcos cantidades de soldados al mando de un coronel Sotomayor. La tropa comenzó su marcha por la calle Bolívar hasta llegar a la Plaza Colón apostándose frente al cuartel de la guarnición. Allí el coronel Sotomayor, revistó a las tropas formadas. Entre tanto la rotería aleccionada por un tal Evaristo Soublete que había llegado de Santiago junto con el ejército de invasión, aleccionó a la rotería pronunciando un violento discurso excitando más el ánimo de los rotos en contra de los bolivianos.
La rotería soliviantada se desbordó en los más punibles actos de vandalismo, secundada por los soldados invasores. Las puertas de las casas eran derribadas a culatazos. Tanto los rotos como los soldados se precipitaban atropellando a las tiendas y almacenes dando cuenta con todo lo que encontraban a su paso, lanzando gritos de triunfo, ebrios de licor y de sangre saquearon y mataron a cuantos seres hallaron en su desafortunada marcha, sin que los detuvieran, ni los sollozos de los viejos, ni el grito de los niños.
Más o menos a las once de la mañana, la rotería avanzaba hacia la Prefectura rodeándola completamente. Un grupo aleccionado por Soublete irrumpió hacia la puerta del edificio y levantando en brazos a una mujer llamada Irene Morales hasta la altura de la puerta, procedieron a arrancar el Escudo Boliviano, colocando en el frontispicio, despedazándolo en seguida en medio de grandes aplausos.
La batahola alrededor de la Prefectura seguía creciendo, adentro se oía el rugido ronco de la multitud, y los sesenta soldados bolivianos que se hallaban formados y listos en el patio para repeler la incursión, sabían que no sería contra esa multitud que tendrían que luchar, sino, que al primer disparo, caerían sobre ellos los soldados chilenos que se hallaban ubicados en la plaza a un centenar de metros, pero asimismo estaban dispuestos al sacrificio.
Después de un cambio de notas entre el Prefecto y el Jefe de las fuerzas chilenas, las autoridades bolivianas se asilaron en el Consulado del Perú. Previamente el Prefecto Coronel Severino Zapata, entregó una proclama de protesta a nombre del Gobierno de Bolivia, que se publicó en forma clandestina en esa misma tarde.
Lo trascendental de todo cuanto ocurrió ese infortunado día, protagonizó la niña Genoveva Ríos, muchachita de 14 años de edad, hija del Comisario Don Clemente Ríos, quien aprovechando el desorden de aquellos instantes, salvó la bandera que se hallaba izada en la Intendencia de Policía, escondiéndola dentro de la ropa que vestía, burlando así que cayera en manos de la rotería enfurecida, que momentos antes había roto el escudo y arrastraba la bandera de la Prefectura.
Esperamos la llegada del Vapor Amazonas para salir al norte”.
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