Era la década del sesenta y el mundo cambiaba para siempre. Aparecía The Beatles y la música cambió, apareció la minifalda y la moda cambió, apareció la píldora con el sexo libre en la contracultura hippie.
Y todo cambió para siempre…
A mediados de esa década, más exactamente, el 24 de septiembre del 66′, en Santa Cruz recién se colocaba la primera loseta…
En esa época llegó a Santa Cruz un colla, un chico nacido en La Paz, en el barrio de Miraflores.
Era un adolescente, un chico que un día se subió a un camión y se vino a buscar la vida en Santa Cruz.
¡Valiente el Colla!
Pero antes de aquello, también estuvo en Chile, lugar donde hizo el servicio militar y ya era un maestro pa’ los lapos.
Ese colla no arrugaba ante nadie.
Ya en Santa Cruz, trabajaba en lo que podía, siempre de forma honesta.
Se las arregló solo, sin conocer a nadie.
Aun así y pese a todo, entró a estudiar Agronomía en la U.A.G.R.M.
Pero…
Un día su vida cambió para siempre.
La leyenda dice que Mario Ichazo era árbitro en la vieja cancha del Club La Bélgica.
Era el año 1.962
Era la época del Estadio Departamental, llamado después Willy Bendeck, llamado luego Tahuichi.
Y entonces el Colla, el muchacho que no llegaba a los veinte años, recibió la venia de Mario Ichazo para ayudarlo a arbitrar.
Y sucedió.
EL Colla se convirtió en fundador del Colegio de Árbitros de Santa Cruz, un muchachito apenas, en medio de una generación que empezaba la historia del arbitraje, en una época donde presidía don Rafael Vargas.
Y claro…
Mientras no le entraba dinero, el Colla era mesero de alguna pensión o volanteaba en busca de clientes para algún negocio; se alimentaba en el comedor universitario donde era estudiante.
Y el colla creció como árbitro.
Y un día fue a arbitrar a La Paz.
Y la prensa deportiva paceña se refería a él como:
«El excelente arbitro Cruceño»
Él no hizo nada para desmentirlo, porque si de algo se sentía orgulloso el Colla, era de esta tierra de arena caliente y niños hermosos.
Era otra época.
En Santa Cruz se jugaba doble jornada en sábados y domingos; el verdadero clásico cruceño era Blooming – Destroyers.
Y entonces fue que sucedió:
Era la despedida del fútbol de Roly Aguilera, jugador de Blooming.
Era el adiós de un grande y era una fiesta, pero en la cancha no hay diferencia y Roly se hizo el canchero.
El Colla lo amonestó.
Aguilera reclamó airado y entre otras cosas, la leyenda señala que Roly dijo:
«!Que me vas a amonestar a mí, colla e mierda!»
Entonces el colla lo expulsó fiesta y todo.
Él era así.
Tremenda personalidad.
Inspiraba respeto y con él los cancheritos no jugaban.
La leyenda dice que junto a Luis Barrancos fueron los mejores, cada uno con su propio estilo, aunque con cierta rivalidad en lo personal.
Y bueno…
El Colla siempre recordaba esa semifinal que dirigió, el partido donde resultó calificado con excelencia:
La semifinal de la Copa Libertadores entre River Plate de Argentina y Flamengo de Brasil.
Y claro…
Con los años el Colla fue homenajeado por CONMEBOL como árbitro récord, por la mayor cantidad de partidos dirigidos en Copas Libertadores.
Los años pasaron, un día el Colla se alejó de las canchas y el arbitraje ya no fue el mismo.
Con el tiempo, era común ver al Colla como invitado en la tele, sacándole amarilla al negro Zabala…
Pero la vida tiene sus reglas y las reglas se cumplen.
Fue el día que la vida le sacó la roja y el Colla se fue a arbitrar en los domingos celestiales.
Y claro. El arbitraje nacional aún lo extraña.
Por si acaso.
El colla se llamaba Jorge Antequera Antequera, fue árbitro de fútbol y aficionado a la buena música.
Jorge Antequera Antequera, un hombre que desde muy joven y aún con todo en contra, supo escribir su propia historia. Un Colla que llegó a este pueblo a aportar lo bueno, un colla constructivo en toda forma…
Gracias eternas profesor.
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