Bolivia, país de maravillas… siniestras

*Por Roberto Méndez, Periodista

En Bolivia todos somos Alicia. En un país de las maravillas y de mentes siniestras donde, en los últimos tiempos se ejecutan libretos de personajes que se caen de edificios, contrabandistas fantasmas de autos chilenos que son regalados a organizaciones sociales afines al gobierno por nuestro propio Presidente de Estado, encapuchados armados que toman tierras, agreden a periodistas y nunca son capturados, normas mordaza y toma violenta de instituciones a nombre de defender derechos humanos; y por si faltara poco al guión: de narcos que sacan su “merca” desde los mismos aeropuertos y de sicarios que piden millones de dólares por rescate de sus secuestrados.

De modo que si llegara Alicia, de la mano de su escritor británico, Charles Lutwidge Dodgson, a nuestro Estado plurinacional, tendría muchas aventuras que contar, pero sin sumergirse a un agujero negro de fantasías siguiendo a un conejo como en el libreto original, porque ante sus ojos, como espejos, tendría la cruda realidad.

Observaría un grafitti que hay en el interior del pabellón de máxima seguridadl de Chonchocorito, Palmasola, en Santa Cruz, con la inscripción: “El que es ciego y mudo vive para siempre” y no se asombraría de mensajes que dejan en la espalda a los reos que ejecutan en el mismo recinto penitenciario con la frase: “Por sapo”.

Y como corolario asistiera a una película aparentemente “fassil” de entender, pero de dudosa veracidad, escrita por alguna mente siniestra que hizo, ayudó u hostigó a caer desde el quinceavo piso a un interventor de una entidad bancaria cerrada, al que dicen que le extirparon un ojo y un testículo, en un hecho que es interpretado por los expertos como un mensaje de alta escuela: Por “ver mucho” y por “hacerse el machito”.

Por eso es que los ciudadanos dicen que en Bolivia vivimos tiempos de “mafia”, palabra citada por el libro “El Padrino” del escritor estadounidense de origen italiano, Mario Puzo, referida a una organización criminal secreta que se identificaba al saludar con dos besos en los cachetes, como vimos hace poco en una audiencia judicial, al vivo en Santa Cruz, cuando se procesaba a traficantes de droga, de mediana calaña.

Organizaciones secretas cuya existencia internacional son develadas por el historiador Alemán Paúl Koch y que en nuestro medio podrían ser representadas por logias, fraternidades de gran poder o grupos de empresarios de cuello blanco aliados con personeros de gobiernos de turno, que sin usar capuchas ni ametralladoras, entre 1987 y 1997, quebraron, hicieron intervenir o cerrar, a 12 bancos, 7 privados y 5 públicos, apropiándose de 1.000 millones de dólares, según referencias del libro “Estafa del Siglo ¡Quiebra de bancos!” del periodista Roberto Cuevas Ramírez. Todo eso antes del “tumbe” colectivo del Banco Fassil que manejó, 4 mil millones de bolivianos y deja en la calle a 4.600 trabajadores y a un millón de ahorristas en la incertidumbre por saber si recuperarán su dinero.

Y en su recorrido, Alicia se asombraría de escuchar cómo se sindica a ciertos personajes, principalmente de la política, como los “Capo di Tutti Capi”, o sea jefe de todos los jefes, a la usanza de la mafia italiana, a cocaleros que detentan poder político y que hasta se dan el lujo de estar encaramados en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

O de escuchar hablar de la “Cosa Nostra”, es decir negocios turbios que van desde funcionarios municipales que “no roban pero sacan lo que pueden”, funcionarios del gobierno departamental de Santa Cruz que cobran el diezmo o de ministros de Estado que se enriquecen de la noche a la mañana, cuatro de ellos han sido pescados con las manos en la masa, o que dejan pasar cargamentos, media tonelada de cocaína en una aerolínea oficial que fue pillada en España.

Encapuchados toma tierras, narco-secuestradores… como para llegar a la conclusión que en Bolivia, “cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”, como dice el tango argentino.

*Roberto Méndez es periodista y abogado.

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