Democracia entre distorsiones sofismas y despropósitos

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La democracia es un concepto amplio que en esencia es el ideal imaginado y representado de un pacto o acuerdo social que los seres humanos realizamos para garantizar de manera civilizatoria nuestra vida en colectividad.

La democracia es un concepto amplio que en esencia es el ideal imaginado y representado de un pacto o acuerdo social que los seres humanos realizamos para garantizar de manera civilizatoria nuestra vida en colectividad.

Es evidente que las complejidades de los fenómenos sociales sobre todo los colectivos, interactúan, se desarrollan manifiestan y expresan sus contradicciones naturales en  las formas de organización de la sociedad civil  y del Estado, donde rige el principio de mayorías y minorías, circunstancia que nos da un horizonte teórico variado para abordar y definir este concepto tan amplio que sin lugar a duda estos horizontes deben estar vinculados a las realidades concretas y a las características de como se presenta este fenómeno, esta suerte de pacto o acuerdo social en determinadas sociedades.

En el caso nuestro, el boliviano, la construcción de la democracia ha tenido una accidentada pero riquísima historia, marcada siempre por la sombra de visiones autoritarias y conservadoras que desafiaban la emergencia de visiones progresistas y en su momento revolucionarias.

La generación protagonista de la Revolución Nacional de 1952 que deja uno de los legados más importantes como es el voto universal, y la arquitectura del nuevo Estado con existencia y vigencia institucional de los tres poderes.

De la generación que fue protagonista de la recuperación de la democracia después de un largo periodo cruento y violento de dictaduras militares, simbolizada en aquel emotivo histórico sensible 10 de octubre de 1982 en el que al momento del «sí juro» de Don Hernán Siles Suazo, se experimentó una de las sensaciones más extremas dejando atrás una coyuntura considerablemente violenta con muertes asesinatos con pérdidas que dolieron mucho como Marcelo Quiroga Santa Cruz, Lucho Espinal los dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) de la calle Harrintong entre los que estaba Artemio Camargo y miles de hombres y mujeres que ofrendaron su vida por la recuperación de la democracia. Por otro lado la explosión jubilosa de sueños esperanzas de justicia de paz en fin… De una historia generacional sin precedentes.

Desde la cantidad de sueños y esperanzas caracterizados por esa fascinación generacional simbolizada en el MIR y Quiroga Santa Cruz, la ética y el respeto a la institucionalidad y los derechos humanos por parte del Dr. Siles, en el pragmatismo dogmático del neoliberalismo (MNR y ADN) y su desesperación por quitarle al Estado protagonismo en la economía nacional, en la recuperación de la confianza, la participación ciudadana, la credibilidad y la ética en las administraciones locales o municipales experimentada por el Movimiento Sin Miedo (MSM) y Juan del Granado, en la crisis del sistema político tradicional clientelar y corrupto que derivó en la crisis de octubre y la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni), en la enorme esperanza del proceso de cambio y la inclusión social como su aporte más importante a esta democracia, también la conspiración desestabilizadora desde los grupos radicales de derecha apoyados e impulsados por la vieja partidocracia y la institucionalidad conservadora mostrando las barbaridades que se pueden hacer a nombre de la democracia , hasta las desviaciones de los conductores del proceso de cambio su estancamiento y su excesiva ambición de poder que derivó en una crisis política institucional aunque siendo la estructura política todavía mayoritaria en esta coyuntura polarizada

Toda esta referencia surge como reflexión en el marco de voces que sin ningún tapujo sin ninguna consideración histórica sin ninguna tolerancia, sin  ningún criterio piden y se manifiestan por un régimen totalitario, por un golpe de Estado presionando a las institucione armadas llegando inclusive a organizar grupos paramilitares,  poniendo de manifiesto su total desconocimiento de doctrina, valores y principios que rigen la democracia, la institucionalidad democrática y la cultura civilizatoria.

Es evidente que este conjunto de hechos y fenómenos no son producto de la casualidad ni de la espontaneidad, responden a una visión neoconservadora de minorías con tendencias fascistas y con una visión mesiánica de abrogarse un pensamiento absolutista e intolerante, un desconocimiento de las mayorías y poniendo como estrategia en discusión las reglas de juego sembrando dudas en base a consignas,  atribuirse la representación del pueblo en abstracto sin ningún contrapeso con la realidad.

Lo lamentable es que estas estrategias y esta visión no son nuevas, han intentado aplicarse en otros lados y en muchos casos han derivado en violencia el ejemplo más deprimente fue la guerra de los Balcanes, lo más peligroso es que posiciona el fanatismo frente a la racionalidad

A lo largo de estas más de cuatro décadas la lucha por la democracia ha experimentado diversos matices, procesos, puntos de equilibrio y desequilibrio todo esto mostrando que es un concepto tan rico tan amplio tan variado tan diverso que concluye en la universalidad que trae como consecuencia que nadie puede ser dueño de este concepto ni creerse dueño de la verdad, ni los unos ni los otros.

Todo esto y mucho más. Hemos visto en esta nuestra historia democrática, por eso nadie puede atribuirse su representación. Señalar con el dedo, insultar al otro, acusarlo de dictador o cualquier otro adjetivo y menos abrogarse una representación absoluta a nombre del pueblo o la ciudadanía en abstracto, en una sociedad polarizada en una Bolivia partida en dos.

Queda claro que esta democracia requiere mayores desafíos, mejorar la institucionalidad la normativa, la tolerancia, pero sobre todo entender que las contradicciones, las coyunturas, los hechos y fenómenos sociales el entorno social y la realidad misma son reflejo de la construcción colectiva de una cultura civilizatoria que profundice nuestra calidad de vida, y que establezca como condición fundamental el respeto a las reglas de juego, a esta suerte de pacto social  a la institucionalidad y a la universalidad, en fin, democracia somos todos.

Por Vladimir Medina Aramayo I Sociólogo y analista político

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