Por: Rómulo Limache Orellana
En nuestro andar por muchos años en esto de hacer periodismo, encontramos personas buenas y malas, grandes y pequeñas, humildes y orgullosas, débiles y fuertes, personas de diversas características en su trato con los demás. Encontramos gente de mucho valor por su aporte a la sociedad, o gente ruin que solo se dedica a hacer daño.
Pero también encontramos aquellas que por el azar del destino por inmadurez o por una mala decisión, tal vez afectados por algún problema en sus vidas, algo que no sabemos y no tenemos el derecho de juzgar, caen hasta el fondo del abismo como efecto del consumo de sustancias que envenenan el cuerpo y el alma.
Nos malacostumbramos a ver cómo una persona de bien se convierte en un indigente más, que al ser conocido, es amigo de todos, pero son pocos los que se preocupan de ver a un amigo en esas condiciones.
Hace aproximadamente 30 años, en ese andar conocimos a Juan Carlos Balcázar, ‘Primi’, que como pocos, encontró el valor y la voluntad férrea de vencer a ese enemigo que se había apoderado de su organismo y de su espíritu.
Admirable, sí, admirable que después de un tiempo de voluntaria rehabilitación, lograra salir de ese marasmo en que se encontraba hundido. Y como ocurre pocas veces, también fue admirable el rumbo que le dio a su vida. Formó familia y trabajó para sustentarla como pudo, sin desfallecer ni desmayar ante la falta de oportunidades.
Nunca oímos que nuestro amigo hubiese recaído y a lo largo de estos más de 30 años fue un ciudadano común, humilde, sano, respetuoso y amable. Ejemplo de la gran voluntad que el hombre puede desplegar cuando tiene un motivo para vivir. Pero que pocos pueden lograr.
Nos enteramos de que Primi se adelantó, vencido por ese enemigo invisible que cruelmente nos va arrebatando a muchos amigos y familiares. Tuve la suerte de estrechar su mano, hace poco cuando por esas casualidades nos encontramos y charlamos brevemente.
Si hubiese tenido el poder de saber que el Supremo lo llamaría muy pronto a su lado, se lo habría dicho. Algo que me lo guardé siempre y no se lo pude expresar.
Amigo, ¡yo te admiro!
Ahora… solo me queda decirte, Descansa en Paz.
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