Por: Rómulo Limache Orellana
Para este domingo 6 de febrero se anuncia la celebración de entrega de la parroquia a los nuevos sacerdotes de Nuestra Señora de las Mercedes y un reconocimiento a los padres Juan y Carlos después de una permanencia de más de 20 años en Montero.
Será un reconocimiento muy merecido a dos pastores, dos sacerdotes, dos amigos que a pesar de venir de tierras lejanas, se convirtieron en otros lugareños más, en dos montereños que tuvieron la virtud no solamente de ver, sino de hacer, de provocar cambios tanto en lo visible o palpable de nuestro entorno, como en lo espiritual, en seres que en su momento habrán recurrido a ellos para encontrar paz y tranquilidad para sus vidas. Sin embargo, el aislamiento a que fue sometido el padre Carlos por un ataque del coronavirus, imposibilitó la realización de este acto y los sacerdotes ya se encuentran en su nuevo destino.
El padre Juan Kukla, el pastor principal, el párroco de Nuestra Señora de las Mercedes, un hombre paciente, muy espiritual, “una especie de conexión entre la tierra y el cielo” como lo califica Carlos Antonio. Dedicado a la grey católica de esta ciudad, pero más inclinado a llegar a la gente que necesita de un cristiano para aliviar sufrimientos y malos momentos en sus vidas. Siempre atento, como el ejemplo del más preclaro mercedario, San Ramón Nonato, dedicado a los privados de libertad.
Por su lado, Carlos Antonio Catalán, activo, creativo, ‘visible’, la voz de la parroquia ante la sociedad y mejor relacionado con su grey a la que supo persuadir sobre la necesidad de contar con un templo más acorde con el nivel de ciudad que Montero ya ostenta.
Como llegaron, por disposición de sus superiores y en observación de su voto de obediencia, se van juntos a cumplir su misión en otra parroquia de Santa Cruz de la Sierra que tendrá el privilegio de contar con ellos y donde con seguridad darán el impulso que le dieron a la ciudad que dejan.
Para el pueblo creyente y amigo de estos sacerdotes, no fue fácil aceptar el mandato de los superiores, pero no es posible cambiar los designios del Supremo Hacedor, “Yo digo que, no hay nada imposible para Dios, lo imposible, lo ponemos los hombres, si Dios permite, si, y si Dios no lo permite, no, tal vez dentro de cuatro años estemos nuevamente en Montero”. Dijo esperanzador el padre Carlos, en entrevista con Montero Noticias.

Entre toda esa labor, la construcción del nuevo templo, aun no concluido, ha sido el más grande logro de la presencia de estos sacerdotes en Montero. Según su impulsor, Carlos Antonio, la construcción del templo es la consecuencia de un compromiso de montereños, creyentes o no, de tener un punto de referencia que los diferencie y los identifique fuera de Montero, y se hizo una vez más, que la iglesia sea el punto de referencia de la ciudad.
Es el templo más grande del norte cruceño, tiene una característica especial que es la Cruz, recordando que Montero nació cristiano. También se podría decir que el templo es una manifestación externa de la solidaridad, del compromiso y de la fe de la gente que nacida acá o no nacida o adoptada, se ha sentido comprometida con el Ser montereño.
Sostiene que el 90 por ciento de todo lo que entró en la construcción del templo, ha llevado adelante la gente, los grupos, que se movían cuando ya no había fondos.
La obra no está concluida, falta la torre, por ejemplo, y también faltan los murales que bajan del frente de la Cruz. Una vez terminado, el frontis representará la imagen de Jesús de la Divina Misericordia con sus rayos de luz. La conclusión de este templo, es un desafío para los nuevos sacerdotes.
Carlos Antonio, tiene fe en que así será, siempre y cuando la gente los apoye, siempre y cuando ellos tomen en cuenta a la gente. Al respecto, el sacerdote parafraseó al Papa Francisco, “El papa Francisco decía muy hermosamente, que se necesita un pastor con olor a oveja”, que significa que el pastor debe estar en íntima relación, en comunicación con la gente. “Porque si va a ser solamente un funcionario o solamente un celebramisas, eso no es, es mucho más que eso”.
Carlos Antonio, se refirió también a los cambios en los 20 años de su estadía en Montero y dijo que “los cambios estructurales fueron tremendos, si vamos por la zona del Cidral, ahí no había nada, el barrio Portugal, no existía, la ciudad terminaba prácticamente en lo que hoy es el segundo anillo, y esto ha crecido y sigue creciendo. Me acuerdo cuando estaban notificando (la venta de terrenos) en Todos Santos en Guabirá y dije, quien va a comprar todo eso, y se llenó”.
En su visión, “Montero ya tiene una ciudad satélite, que está creciendo y es una hija, que es la zona de Guabirá, está creciendo tremendamente, está llegando casi a Naicó”.
En su vida sacerdotal, Carlos Antonio, el Padre, refirió que ha sido superior de los Franciscanos en Bolivia por cuatro años, con todo lo que implica la administración de varios lugares. Y cuando era superior, también tuvo autoridad para cambiar los destinos de los sacerdotes.
Guatemalteco de nacimiento, llevado a EEUU a los 7 años por sus padres, conoció e ingresó a la congregación en ese país. Llegó a Bolivia en 1981 y su primer destino, muy joven, fue Montero donde había permanecido un año hasta 1982. “Después fui a Argentina, Uruguay, nuevamente Argentina y definitivamente volví a Bolivia en 1987, he estado en Cochabamba, y en Sucre, y de Sucre, me trasladé acá en 2001”.
Hay mucho por decir del padre Carlos Antonio Catalán, que se va de Montero, pero dice que no se aleja, porque lo lleva en el corazón, “Como una cicatriz, en el buen sentido de la palabra, que siempre estará ahí y no se borrará”.

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